No, no podía ser Autismo. No conocía bien los síntomas pero como madre algo me decía que no, él me miraba, reaccionaba a todos los estímulos, señalaba lo que quería, jugaba simbólicamente, hacía puzzles de 8 años perfectos, no aleteaba, aunque sí daba vueltas en la habitación, era excesivamente inquieto, cogía rabietas frustrantes y ciertamente no hablaba. ¿Sería eso Autismo?
Con el inmenso respeto que me inspiraba dicha condición neurológica (gracias a personas amigas allegadas cuyos hijos evolucionaban estupendamente) me dispuse a buscar varios pediatras más para que contrastaran el diagnóstico.
El tema era que mi hijo estaba a punto de cumplir 3 años y todas aquellas montañas nevadas se me cayeron encima. Acababa de perder un embarazo y aún no me había recuperado del palo que supuso ello para mí, estaba trabajando en otro idioma, desenvolviéndome en otro país, cogiendo trenes a la capital a diario desde un pueblecito bucólico pero algo aislado, preparándome unas oposiciones para España... Y además no estaba en forma física, los kilos de más cogidos en aquel embarazo al que no ayudaba mi lento metabolismo (hipotiroidismo) influían en mi bajo estado anímico...
MI CULPA
Además, es cierto que no lo había hecho perfecto en mi embarazo, sí, me tomé alguna copa de vino antes de saber que estaba embarazada. Tampoco tuve a Marco muy joven, con 38 años, ¿Sería ése el motivo? ¿había fallado yo como madre? Una vez jugando con él se me cayó al suelo, ¿le pude hacer daño? Las noches se volvieron blancas como la nieve que me rodeaba y yo no hacía mas que darle vueltas a la cabeza, ni siquiera las lágrimas me consolaban.
REFLEXIONES AL FRÍO DE LA NIEVE
En las madrugadas blancas, a veces, bajaba de noche al portal de mi casa y sentía los copos caer sobre mi cara.
Mi hija Sofía tardó en hablar por el bilingüismo (alemán-español) y seguramente era eso lo que le ocurría a Marco. Todos se habían confundido.
Me rebelé, lo llevé a varios especialistas que ciertamente me dijeron que era extraño que aún no hiciera frases pero sí descartaron el Autismo. Di a Marco de baja de la guardería porque pensé que quizás pudiera ser que lo aislaran y no supieran motivarle. Iba a demostrar al mundo que su mamá, doña superwoman en un mes intenso con él, iba a arrancarle todas las palabras del mundo. Compré en Amazon tarjetas de pictogramas (en español lógicamente) y me dispuse a trabajar a diario varias horas con él.
Por supuesto, las oposiciones las dejé un poco de lado, además con el niño en casa era imposible estudiar. Mi hijo es lo primero.
Conseguí avances con mi hijo, la identificación de dibujos con sonidos de los animales y le enseñé el Dame...Dame la vaca, dame el perro, el gato, etc...uno, dos y tres! preparados, listos y ya! lo hacía genial, yo estaba feliz, él también, pero por supuesto no reproducía el DAME ni los nombres: sólo el sonido de los animales (onomatopeyas). Así que efectivamente el avance era muy lento: por ejemplo, en las órdenes de casa, me repetía lo que decía a la perfección pero me daba cuenta de que no las entendía (ecolalia) sencillamente porque me miraba, reía, pero no hacía lo que le pedía por más gestos que yo le hacía.
Al día siguiente me daba cuenta de que avanzaba muy lentamente.
Sí, dos conclusiones: primera que algo le pasaba a mi hijo. Segundo que yo no era una Superwoman, yo no era infalible a pesar de que gran parte de las cosas que me proponía hacer en la vida las había logrado. Fue una tremenda cura de humildad. Algo se escapaba de mi control a pesar de poner todas mis energías. No era Autismo ¿entonces?...Fue cuando en internet empecé a leer lo que era DISFASIA o Trastorno del Lenguaje, pero para nada pensé que sería su caso.
¡Era imposible!, su cerebro estaba perfecto, era un niño listo, despierto, físicamente lo entrené cada día en la nieve, en el parque para que fuera ágil y lo conseguí, le regaló su abuela desde España una bicicleta y me lo llevaba por caminos de bosques donde cogió confianza y velocidad, paseábamos los dos, él en su bicicleta a toda velocidad ante la Kinderkrippe para que vieran que mi hijo era bueno en lo que se propusiera, era extraordinario en música, el mejor resolviendo puzzles.
Doblé su ropita y me di cuenta de que en un año apenas había crecido. Mi inquietud se acrecentaba por días.
A mi hijo no, a mi hijo no le puede estar pasando nada raro. NO Y NO. Papá y mamá son políglotas, somos de letras, nos encantan los idiomas, nos comunicamos en casa en varias lenguas... A MI HIJO NO.